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Sancti

¡Pichirilo ...! ¡Nada más, simplemente Pichirilo!

Una entrevista inconclusa con uno de los personajes más pintorescos de la vieja ciudad de Sancti Spíritus

Para varias generaciones de nativos de Sancti Spíritus, ciudad colonial ubicada al centro de Cuba – a unos 400 kilómetros de La Habana-  el apelativo de Pichirilo es tan familiar como la iglesia Mayor,  el puente Yayabo o el teatro Principal. Así, sin más nombre ni apellidos, ¿para qué?

¿Edad? ¡Quién sabe! ¿Viejo? ¿Joven? ¡No sé! Parece que es inmortal ¡Sí! ¡Todo el mundo muere menos él! Es como si hubiera concertado un pacto infinito con la vida. Siempre lo hemos visto igual, delgado,  con la misma sonrisa. De mirada quizás soñadora y su inseparable guitarra que - como  novia vitalicia- le acompaña continuamente en sus cuitas.

Parece que tuve el alto honor de ser el primer  periodista que entrevistara al “Pichi”, como le dicen algunos cariñosamente a esta legendaria figura que adorna, -¿por qué no?- las agradables postales de personajes espirituanos

Lo vimos sentado en el parque  Serafín Sánchez. Sonreía. Al parecer chismeaba con alguno de los imaginarios personajes que siempre le acompañan en  su constante autocomunicación, pues, - aunque sólo - siempre se siente escoltado. Quizás una amante... o... ¿Quién sabe? No obstante,  todos le saludan, cuando pasan por su lado, con ese “Pichy”  cargado de muestra de afecto e intimidad familiar.

Rasgaba la guitarra y se ponía a cantar sus  mejores  -siempre las mismas - melodías rancheras: “...de piedra la cabecela,  la mujer que a mí me quiela, ha de quelelme de vera... ayayay... corazón ¿poque no amas?...”

Frente a él, acariciando el  contén de la acera, se encontraba aparcado su inseparable “carrito”   de tracción humana, cargado de los más inimaginables “tarecos”, producto de su demencial costumbre de recoger cualquier cosa, útiles o no.
Me acerqué y me observó extrañado. Miró hacia un lado como pidiéndole permiso al imaginario interlocutor. Debajo del  fino bigote enseñó sus dientes  y me regaló la mejor de las sonrisas. Siempre sonríe. Ya no es cómo antes, ahora su vestir, aunque no elegante, es pulcro.
Periodista: ¿Dónde naciste?
Pichirilo:   Creo que en el repalto Esclibano.
                  ¿Cuándo?
                 Fue en julio poque había calnavale.
               ¿Día y mes. Año?
                No sé, ademá, ¿pa´ que quiero sabelo?
                Hace tiempo vives en el Hogar de Anciano. ¿te quieren mucho?
                Palece que sí, pero mo me impolta.
               ¿Por qué?
                Poque si no me quielen, yo tampoco lo quielo a ello. Y si me quielen, lo quielo
               ¿...?
               (silencio)
              ¿...?
             (más silencio)
              
Nada más pude sacarle, ni aplicando todas las habilidades de este preguntón  oficio. De vez en vez miraba hacia un lado y movía la cabeza en gesto de desaprobación y con  la mano derecha le indicaba  al otro: espérate.. Obviamente tenía deseos de que  me fuera y dio por terminada la entrevista. Nada más. NI siquiera una foto.
 Y allí le dejé sonriendo con su imaginario interlocutor. Quizás le pedía disculpas por  el involuntario abandono. Mientras me alejaba observé que me miraba despectivamente como  diciéndole:  “Caramba, que difícil es tratar con estos locos”.
                                               
 Rafael Daniel

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