Francisquito... ¿qué hora es?
Prieto, prieto como el carbón, carga basura y no es carretón, no es reloj y da la hora... ¡¿Quién es?!”
¡Claro que sí! ¡No se ha equivocado! Si usted es espirituano, se encuentra en cualquier parte del mundo y tiene más de treinta años, por supuesto que acertó al descodificar el nombre del personaje de esta adivinanza.
De autor desconocido, forma parte - como los refranes- del gracejo popular que caracteriza al cubano y que en esta ocasión definió certeramente a uno de los hombres más pintorescos de la villa del espíritu santo, conocida por su nombre en latín: Sancti Spíritus, cuarta ciudad fundada por los conquistadores españoles, ubicada al centro de la isla de Cuba.
Francisco Polanco Guerrero. ¿Qué raro?... Nunca le dijeron Pancho o Paco, sino que todos le conocían por ese diminutivo con el que el pueblo le llamó siempre: Francisquito, así, en familia.
Algo curioso. A todos estos personajes siempre se les conoce por un sólo nombre y si decimos en la vieja ciudad del Yayabo el patronímico que adorna el inicio del párrafo anterior nadie sabría de quién se trata, sin embargo, con la segunda opción sí: Francisquito.
Siempre le conocí longevo. (¿Habrá nacido viejo?) Nunca vi a nadie, ni a los más osados muchachos del barrio, burlarse o faltarle el respeto a este humilde negro que a pesar de su saco al hombro y ropa sucia y raída inspiraba el venerable respeto de los ancianos.
PRIETO, PRIETO COMO EL CARBÓN
Así era Francisquito, “prieto, prieto como el carbón”, de frente muy amplia y de pasa (pelambre) blanca. Sus ojos me parecen que eran claros. Su cara surcada por no sé cuántas arrugas y su mandíbula muy pronunciada, adornada por sólo dos dientes inferiores y ninguno en la parte superior...
De paso muy lento, caminaba arrastrando los pies. Nunca estaba apurado, pues siempre el tiempo le sobraba.
“CARGA BASURA Y NO ES CARRETÓN”
A Francisquito se le veía siempre con su enorme saco al hombro, tocando las puertas de las casas para pedir algo de comida a cambio de botar basura. Sin embargo, a nadie se le ocurría pensar que fuera un mendigo.
Si no había basura no aceptaba el condumio. Era una posición digna que él asumía para indicar que era capaz de ganarse el sustento de cada día, pero con su esfuerzo, en esa original forma que había escogido.
“NO ES RELOJ Y DA LA HORA”
Y llegamos al hecho que más caracterizaba a Francisquito. Era algo inaudito. Causaba asombro generalizado, incluso en aquellos que cada día le veíamos pasar por las añejas calles espirituanas y le hacíamos la cotidiana pregunta: “Francisquito, ¿qué hora es?”.
Con extraordinaria puntualidad daba la respuesta que muchos confrontaban con su cronómetro y para sorpresa de los visitantes coincidía con los más exactos equipos de bolsillo o pulsera. ¡Era increíble, no se equivocaba!
Los escépticos decían que se guiaba por el sol, pero la luna también era testigo de las inverosímiles respuestas de Francisquito.
Otros expresaban que tenía un reloj por alguna parte, pero nunca nadie lo vio con tal artefacto.
Un día dejó de deambular con su inconfundible figura por las calles espirituanas y entonces le veíamos con tremenda pulcritud a través de las cercas del Hogar para Ancianos del Paseo Norte, respondiendo la inseparable pregunta.
Allí, tranquilamente, falleció este hombre que, apadrinado por Cronos, hizo del tiempo su razón de ser fundamental.
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Ciro Bianchi Ross -