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La mentirosa campaña antiterrorista del Emperador Bush

La mentirosa campaña antiterrorista del Emperador Bush Confieso que por primera vez  estoy de acuerdo con determinadas palabras del emperador  George W. Bush. Sin embargo, en muy poco tiempo, diría que por fracciones de fracciones de segundos –así  lo escribo-  la sensatez y la reflexión son mucho más fuertes que la infamante demagogia conque fueron pronunciadas. Los hechos del 11 de septiembre están tan frescos  en nuestras mentes como acabados de ocurrir y las generaciones actuales no podremos olvidar tal demostración de crueldad. Sin embargo, tampoco escapa a nuestras mentes que era un momento de marcada impopularidad para el Emperador Bush II quién no gozaba de las preferencia de la mayoría del pueblo norteamericano, pues llegó al poder por la acción del comprobado fraude. Ni corto ni perezoso, el marrullero dignatario aprovechó la ocasión para mejorar su imagen a través de una hipócrita campaña antiterrorista hasta lograr que las cifras de acólitos del peor presidente que conozca la historia de Estados Unidos cambiaran sustancialmente. En arrogante verbo  se refirió al terrorismo como un  cruel azote para la humanidad e hizo un llamado a combatirlo en cualquier parte del mundo donde se manifieste. ¡Todos de acuerdo! ¡Al fin, el principal habitante de la Casa Blanca decía algo sensato! Sin embargo, los escépticos vencimos, no obstante aprobar todavía aquellas palabras. Estamos de acuerdo en que el terrorismo es un pandemia que afecta a la humanidad y que todos debemos combatir donde quiera que se declare, pero… de lo dicho al hecho va un gran  trecho según la sabia frase popular. LO CINCO DEBEN SER LIBERADOS Y POSADA CONDENADO Muy lejos de combatirlo la humanidad ha tenido que enfrentar  en los últimos seis años la mayor cruzada terrorista  de los Estados Unidos. Por cada inocente muerte del 11 de septiembre en Nueva York, centenares de miles de mujeres, ancianos e indefensos niños, han sido masacrados por la metralla yanki en Afganistán e Irak, sin contar otras nefastas secuelas de la guerra, incluso sentimos hasta las bajas fatales de jóvenes marines, llevados a la barbarie de injustas conflagraciones sólo para satisfacer los bolsas de la cúpula en el poder. La “búsqueda” de Osama bim Ladem –lactante si le comparamos con Bush- marca el sublime ridículo de un tramposo e infructuoso  intento. Según George W. cualquier nación que oculte a este u otro terrorista debe denunciarlo y entregarlo de inmediato o enfrentará la visita de las “justicieras”  bombas norteamericanas. Mientras, cinco valientes cubanos  se mantienen secuestrados en mazmorras imperiales de los Estados Unidos por cumplir cabalmente con el pedido demagogo de George W. Bush en su cruzada contra el terror. El propio Emperador podría decretar su inocencia e incluso –sin propósito irónico- hasta condecorarlos. Gerardo Hernández, Ramón Labañino, René González, Antonio Guerrero y Fernando  González son los nombres de los cinco patriotas que infiltrados en las filas de terroristas  organizaciones en Miami, se mantienen encerrados desde hace más de ocho años en cárceles estadounidenses, después de ser condenados en el juicio más inescrupuloso e injusto que recuerde la muy manoseada justicia gringa. Las acciones de los grupos terroristas anticubanos han provocado la muerte de miles de personas en la mayor de las Antillas, Latinoamérica y hasta en el propio Estados Unidos. En contraposición con la muy cacareada filosofía antiterrorista –con el perdón de las gallinas- del peor gobernante norteamericano, el más reconocido terrorista del Hemisferio Occidental –después del impopular presidente- Luis Posada Carriles puede ser liberado bajo fianza al  ser acusado por simples causas migratorias. Aún miles de esposas, madres e hijos en Cuba, Latinoamérica y en el propio Estados Unidos, lloran por la pérdida de sus seres queridos, caídos por la acción terrorista de este agente de la ignominia  que hoy goza de total impunidad. Sin embargo, nada asombra en los predios imperiales. Ejemplos sobran: Sólo dieciocho días antes del despiadado hecho del 11 de septiembre, el inescrupuloso presidente decretó indulto presidencial para liberar a José Dionisio Suárez y Virgilio Paz, dos de los complotados en el asesinato del canciller chileno Orlando Letelier y la ciudadana norteamericana Ronni Moffit, en territorio de Estados Finidos.  Suárez y Paz -debían una condena de cadena perpetua- estuvieron doce años huyendo del FBI, y estaban incluidos en el programa televisivo America’s Most Wanted (Los más buscados de América) por su alto grado de peligrosidad. En 1990 su padre había eximido  de culpa al asesino Médico del Mal Orlando Boch –quiénes lo vean, escupan, como símbolo de repulsión-.actor confeso de infinidad de acciones terroristas incluyendo el Crimen de Bárbados. Hoy alardea de sus crímenes por las calles de Miami. Muchas de sus bombas todavía explotan en la bella ciudad balnearia. Por tanto, sobran miles de razones para condenar a esos y muchos otros embajadores del crimen, incluyendo al propio presidente norteamericano y hacer cumplir las violadas leyes enunciadas en la propia Constitución norteamericana para liberar a los cinco antiterroristas cubanos.  Rafael Daniel 

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