El barro como símbolo de la identidad espirituana
El barro o arcilla roja se erige entre los elementos más importantes, entre los que simbolizan la identidad espirituana. Es un patrimonio tangible que está presente en casi todo el acontecer de esta región central.
No se podría invocar a la cultura espirituana sin hacer alusión al barro. Su utilización se remonta hasta nuestros aborígenes que lo utilizaban en los más disímiles usos.
Los inmuebles, con sus tejados de arcilla, marcan la impronta de Trinidad y Sancti Spíritus que se erigen como los más elocuentes ejemplos de su ancestral uso.
En la tercera villa, Patrimonio Cultural de la Humanidad y bien denominada Ciudad Museo del Caribe, múltiples viviendas reforzadas con cujes de madera han sido construidas con este mineral, y que tienen una extraordinaria durabilidad, incluso agredidas por infinidad de ciclones.
Mientras, en Sancti Spíritus, capital de la central provincia del mismo nombre, el investigador Histórico doctor Mario Valdés Navia ha expresado:
“Sancti Spíritus es una ciudad de barro. Una ciudad elaborada con la arcilla. Por eso me gusta decir que los espirituanos somos verdaderos hombres y mujeres de barro, porque hasta el agua que tomamos tiene un alto componente de arcilla”, señala.
“El barro está presente en todas las construcciones de la ciudad. Varios puentes en sancti Spíritus, encabezados por el del Río Yayabo, que es una inmensa construcción para el período colonial, es fundamentalmente de arcilla, con más de tres millones de ladrillos. Era una época que en Sancti Spíritus había más de cien tejares, demostrativos del esplendor de la ciudad a mediados del siglo XIX”, añade el doctor Valdés Navia.
EL BENEFICIO DEL BARRO ES INFINITO
Los más variados componentes ornamentales y utilitarios encuentran en el barro una eficaz complicidad. Es muy difícil encontrar en la provincia de Sancti Spíritus ninguna instalación estatal o residencial donde no esté presente como parte estructural o estética.
El ancestral tejar espirituano el Tinajón, al lado del puente, también de ladrillos, El Balneario, es una demostración elocuente de la tradición del barro. Hombres y mujeres sienten el placer de moldearlo.
“Me siento muy bien con mi trabajo. Lo realizo como lo puede hacer cualquier hombre. Llevo varios años aquí y ya no me acostumbro a otro trabajo que no sea este”, dice Juana Olmo, trabajadora del patrimonial tejar El Tinajón.
Mientras, Ernesto Hernández, con más de 35 años de experiencia y próximo a la jubilación, expresa: “Para mí trabajar con la arcilla es la vida misma. Sin esto no soy nada. Ahora, cuando me llegue el retiro, me va a costar mucho dejarlo”
Desde la primera mitad del siglo pasado el taller alfarero, de los hermanos Navia, en la capital provincial, elabora lo más diversos artículos a partir de la noble y reluciente arcilla.
“El barro lo significa todo. Nuestro trabajo, nuestra cultura. Llevo poco más de 40 años en esta actividad y ya sin ella no podría estar”, declara Félix Navia, propietario y administrador del taller de alfarería Navia.
EN TRINIDAD
Los Santander, en Trinidad, representan los más fieles exponentes del uso del barro en la tercera villa, al que atribuyen valores muy apegados a la razón de ser de sus vidas.
“Mi padre aprendió el oficio de su padre, que fue el primer alfarero reconocido en Trinidad y desde niño aprendimos a moldear el barro y después se lo trasmitimos a nuestros hijos, nietos y bisnietos”, nos dijo en una oportunidad el nonagenario Moisés Santander el alfarero más antiguo de Trinidad
“El barro no ensucia las manos, al contrario, las beneficia, la suaviza. No podemos estar un día sin sentir la sensación del barro, es como un imperativo para nuestras vidas”, palabras en la que coinciden todos los miembros de esta emblemática familia.
“Entonces, no es casualidad cuando el inspirado poeta afirma que sólo el amor convierte el milagro en barro”, concluye Oscarito Santander, sin dejar de moldar una hermosa pieza.
Entonces no es ocioso señalar que los espirituanos tenemos sobradas razones para confirmar esa aseveración, porque de nuestra identidad no podría aludirse sin hacer alusión al barro.
Tiene reservado su lugar allí, junto a la música trovadoresca, a las parrandas, los coros de clave, la arquitectura, a las calles de piedra o a nuestros mejores exponentes de la literatura y de la plástica.
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