El permanente recuerdo del asesinato del joven maestro Conrado Benítez
Por Rafael Daniel
El 5 de enero de 1961 bandas contrarrevolucionarias al servicio de la Agencia Central de Inteligencia yanqui, CIA, asesinaron al Maestro Voluntario cubano Conrado Benítez y al campesino miliciano Heliodoro Rodríguez, conocido como Erineo.
La campaña de Alfabetización se considera el suceso político social más importante después del triunfo revolucionario. Tuvo su génesis con la creación del Contingente de Maestros Voluntarios Frank Páis, integrado por más de tres mil jóvenes.
Ellos fueron los primeros en iniciar las tareas de alfabetización en las montañas cubanas. Dos matanceros estuvieron entre los primeros en dar el paso al frente ante la noble encomienda de la naciente Revolución: Conrado Benítez y su vecino cercano José Ramón Tápanes.
Conrado era un joven serio pero muy afable. De complexión fuerte, siempre estaba dispuesto para todo. Era capaz de cargar un saco de arroz, echárselo al hombro y trasladarlo de un lugar a otro sin mucho esfuerzo, precisa Tápanes y añade:
Desde que salimos de Matanzas estuvimos juntos. En la Sierra Maestra, Minas de Frío, hasta que llegamos aquí al Escambray.
ALGUNOS ANTECEDENTES ACERCA DE CONRADO BENITEZ. TESTIMONIO DE JOSE RAMON TAPANES
Yo vivía más o menos a una cuadra de Conrado en Matanzas. Él era más amigo de mi hermana que mío, pues ella era condiscípula de él en el Instituto de Segunda Enseñanza, aunque él simultaneaba los estudios ganándose la vida limpiando zapatos.
El no estaba entre los incluidos para ir a la Sierra, pero faltó un compañero y se integró con nosotros. Allá nos hicimos Maestros Voluntarios en la zona conocida como Meriño.
Conrado era muy presumido. Recuerdo que en una ocasión nos trasladábamos en un “yipi” por las montañas y nos atascamos, pero é el tenía puestas unas botas muy relucientes y en vez de quejarse por la circunstancias, sólo pensaba en que se le iban a ensuciar los zapatos ¡Imagínese! ¡En aquella situación y él pensando en el brillo de las botas! Todos nos reímos muchos. No obstante, a pesar de eso era muy alegre y con muchos deseos de vivir.
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Yo, por el contrario, era débil físicamente. Una vez yo cargaba unas cincuenta libras de arroz que me pesaban muchísimo. Me detuve en una loma y lo puse en el suelo y me senté sobre él fardo y él me dijo: “Ven acá, chico ¿ por qué tú no cargaste un saco de arroz completo?” y yo le dije: “Si con cincuenta libras no puedo, cómo iba a cargar cien”. Él se rió mucho cuando le dije eso.
De la Sierra Maestraí bajamos, llegamos al Escambray y nos repartieron para distintos lugares.
EN EL ESCAMBRAY
Cuando llegamos al Escambray yo fui ubicado en la zona de La Felicidad, pero me pareció un lugar muy fácil y pedí mi traslado para Jibacoa, que era un sitio más conflictivo, incluso había muchos alzados por la zonas y Conrado fue para Sierra Reunión por dónde estaban alzados contrarrevolucionarios como Emilio Carretero y Osvaldo Ramírez.
Estaba lejos de imaginar que allí terminaría su joven vida. Fue capturado por la banda de Osvaldo Ramírez y tengo entendido que un compañero de la Seguridad del Estado que estaba infiltrado entre los bandidos le quiso entregar un arma para que se defendiera y le dijo que no, que él no había hecho nada, que no lo iban a matar.
Para nosotros la muerte de Conrado fue algo muy duro Imagínate, alguien tan querido por todos. Era un joven de sólo 18 años, con tantos deseos de vivir, de luchar. Pero tenía tres delitos fundamentales: era revolucionario, negro y maestro.
Junto a él también asesinaron a un joven campesino, miliciano, Heliodoro Rodríguez, a quien le llamaban Erineo. Su hijo no le conoció pues sólo tenía ocho meses.
LA CAMPAÑA DE ALFABETIZACIÓN
Tras el asesinato de Conrado Benítez, los tres mil jóvenes del Contingente Frank país se multiplicaron y decenas de miles de personas, en su mayoría niños y adolescentes, lejos de amedrentarse por el crimen, inundaron el país para continuar la labor iniciada por aquel que le dio nombre a las nuevas brigadas de alfabetizadores.
¡¿Miedo?! Nada de eso. Todo lo contrario, estábamos muy indignados para sentir miedo. Aquella generación, al igual que todas en nuestro heroico país, no conocía de miedo. Teníamos que continuar la obra iniciada por Conrado, precisa la licenciada Felicita Zerquera, maestra, esposa de Tápanes, quién se unió a la conversación.
Yo no conocí a Conrado, pues me relacioné con Tápanes durante la Campaña, pero él me hablaba mucho de él. Aprendí a quererlo a admirarlo, dice Felicita.
Después vendría la muerte de otros jóvenes alfabetizadores: Delfín Sen Cedré, Manuel Ascunce, su alumno Pedro Lantigua y asesinaban a mansalva hasta familias enteras de campesinos, como a la Romero, donde no tuvieron piedad ni con las mujeres.
Nadie se “rajaba”, todos seguíamos ahí, en el sitio en que nos había ubicado la Revolución. En la primera línea de combate contra la ignorancia. Nuestra únicas armas eran un cartilla, un manual y como fusil el lápiz, señala Tápanes, quién al unirse en matrimonio con Felicita hace casi cinco décadas, decidió quedarse para siempre en la Tercera Villa.
Estamos muy orgullosos de haber sido protagonistas de aquella hazaña ¿quién podía pensarlo? ¡Cuba territorio libre de analfabetismo!, agrega Felicita.
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Con la muerte de Conrado Benítez y de Heliodoro Rodríguez, “Erineo”; el miliciano que asesinaron junto a él, la obra por la que dieron sus vidas no quedó inconclusa, sino que se multiplicó hasta nuestros días y ha ido creciendo.
Se palpa en la estoica resistencia del pueblo cubano durante más de medio siglo de agresiones y en la actitud de miles y miles de jóvenes que, como Conrado, Tápanes y Felicita, han dado y dan su paso al frente en las más disímiles misiones internacionalistas. Los crímenes no se detuvieron y otros miles ha sido asesinados o mutilados por la acción terrorista alentada por el imperio contra Cuba.
Por evitar hechos similares fueron sancionados injustamente a largas condenas en Estados Unidos nuestros cinco hermanos. Cuatro permanecen en cárceles imperiales y uno de ellos, después de cumplir, le ha sido extendida su pena en territorio norteamericano sin permitírsele regresar a su patria.
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jesus -