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¡Decepcionante el Siglo XXI!

¡Decepcionante el Siglo XXI!

Las guerras se han adueñado del utópico Siglo XXI

Por Rafael Daniel

Una buena parte de la humanidad disfruta de los beneficios de  grandes acontecimientos de la Ciencia y de la Tecnología, logrados por el hombre en poco más de una década y podemos afirmar, sin temor a equivocaciones,  que en ese breve período, coincidente con el comienzo del nuevo milenio, se ha avanzado mucho más que en el anterior siglo y esa etapa superó también lo acontecido en toda la historia de la humanidad.

 Un alto porcentaje de lo que el hombre consideraba ciencia-ficción dejó de serlo  para convertirse en absoluta realidad y desaparecieron muchos “imposibles”, desde la comunicación celular  inmediata intercontinental hasta los infinitos recursos que nos ofrece la computación.

 No se pueden separar esos acontecimientos de otros que, al cursar del tiempo, también tuvieron extraordinaria notoriedad como la invención de la rueda, la pólvora, la imprenta, la máquina de vapor, la bomba atómica, el automóvil, el avión o los viajes espaciales, por sólo mencionar algunos.

 La historia de la humanidad es pródiga y aún nos asombra llegar hasta aquí, donde estoy sentado ahora, frente a una pequeña, pero extraordinaria máquina, mediante la cual soy capaz de saber, en tan sólo segundos, acerca de los más prominentes e incalculables temas que me puedan interesar.

 Incluso, esto que escribo ahora podrá leerse en cualquier parte del mundo en el menor tiempo posible, solamente en el relampagueante lapso que nos lleve ubicarlo en un sitio digital. Unas pocas décadas atrás esto era inimaginable y si a alguien se le hubiera ocurrido comentar algo parecido en los tiempos de la brutal Inquisición, hubiera muerto -sin remedio-  en la hoguera.

 Para quiénes tuvimos la oportunidad de vivir durante una buena parte del siglo XX,  el XXI se presentaba como un período de esperanzas, en el que la humanidad encontraría respuesta a muchas de sus inconformidades.

 A nadie se le ocurría pensar que en los primeros años del actual milenio todavía hubiera  hombres viviendo en la era paleolítica, como ocurre en la geografía del continente africano o en el cono sur americano.

 En nuestra utopía descartábamos la posibilidad de guerras, al imaginar una extraordinaria unidad universal y hasta llegamos a pensar en que la palabra amor al fin tendría su necesario significado y que desaparecerían -por acuerdo del sentido común de los hombres- las armas de destrucción masiva.

 Pero, la cruda e irrefutable realidad destruye de manea implacable aquellos sueños. El hombre es cada vez más cruel con el mismo hombre, los artefactos bélicos son cada vez más demoledores y los poderosos, encabezados por Estados Unidos, arremeten su desmedida ira imperial contra los más débiles.

 Mientras unos pocos se enriquecen,  centenares de millones viven en la más absoluta pobreza, con su secuela de hambruna,  analfabetismo, discriminación y las más disímiles muestras de abusos y explotación.

 La despiadada voracidad hizo trizas los cuentos infantiles de las “Mil y una noches”, al convertir a la mítica Bagdad en un infierno, tal como hicieron con Afganistán o Libia y más recientemente con la pretendida invasión colonial a Mali.

 Los más aberrantes intereses políticos y económicos rigen la arena internacional que acapara a todo el globo terráqueo, pues no son solamente los países del mundo árabe los más afectados.

 Quiénes se niegan a cumplir sus designios en América, son salvamente condenados. La heroica isla de Cuba es víctima de las sombrías intenciones de su agresividad durante más de cincuenta años.

 Tentativas de golpes de Estado en Venezuela, Ecuador y expresos en Honduras,  Paraguay y acciones solapadas en otros países de sur, como Bolivia o Nicaragua y se oponen insolente y abiertamente al reclamo de Argentina sobre Las Malvinas, colonizadas por el Reino Unido.

La presente centuria no ha respondido a ninguna esperanza favorable,  por el contrario se acrecientan las expectativas de  desaparición de la humanidad, a lo que se suman los peligros del cambio climático.

 Las ansiadas ilusiones se han estrellado contra la realidad de un decepcionante Siglo XXI.

 

1 comentario

Juan Manuel Llera Marín -

Creo que es muy anticipado decir que el Siglo XXI sea el siglo decepcionante que pinta el señor Rafael Daniel en su artículo. No hay que olvidar que todos los males a que se refiere este señor, provienen del convulso siglo XX durante el cual se engendraron todos los peores males que ha tenido que soportar la humanidad en toda su historia: Dos guerras mundiales, decenas de guerras regionales, guerras civiles en distintas naciones, las guerras de Viet Nam, Del Golfo, surgimiento del Comunismo reconvertido en Stalininismo, el Fascismo y el Nacismo y los intentos subversivos de los años 60, etc.. etc.. Males todos, que unidos a un deterioro moral sin precedentes en la sociedad humana, han destruido valores, han potenciado el odio, y la mayor vileza entre las personas y ha dado lugar, en los últimos años de aquel siglo XX al establecimiento de dictaduras represivas como las de la Unión Soviéticas y sus satélites de Europa del Este, China comunista, Corea del Norte, en distintas naciones latino americanas y Cuba, con Batista primero y Fidel Castro despues. Si a todos estos problemas se agregan el deterioro del sistema democrático, aprovechado por aquellos que dicen representar a los pueblos y lo único que hacen es medrar a su coste. Esta situación está creando las condiciones para que en un futuro, que ya se avizora en el horizonte, resurjan gobiernos de extrema izquierda y de derecha, que acaben con todos los derechos humanos que disfrutamos en los paises donde todavía existen las libertades individuales y que necesariamente tendran que refundarse para poder salir adelante.
Señor periodista, a pesar de todo, hay que mantener la fé y la confianza en la capacidad del ser humano en enfrentarse a dificultades tan marcadas y no eludir el gran reto que para toda la humanidad representa el hacer de la Tierra un planeta donde se pueda convivir en paz y trabajando en busca de un desarrollo sostenido. Ocurre sin embargo, que cuando escribimos, como usted lo ha hecho, transcribamos, sin darnos cuenta, nuestras propias e íntimas decepciones.